// Por Jimena de la Barra. La reinvención que Disney no hubiera preferido.
Allá por el 2006, Miley Cyrus salta a la fama como la tierna Hannah Montana a través la serie homónima televisada por Disney Channel. Los años pasaron y Miley creció. No fue la primera estrella de Disney que tuvo un giro hacia la rebeldía, pero quizás en este contexto, en que las teorías de género tienen un rol más preponderante, podemos leer el fenómeno Miley desde otra perspectiva.
En 2013 la niña de la melena rubia vuelve rapada y con actitud rebelde. Realiza los videos de Wrecking ball y We can´t stop, ambos muy provocativos. Meses más tarde, conduce los MTV Awards, en donde baila¿twerkea? escandalosamente con Robin Thicke. Un tiempo atrás, Thicke había protagonizado Blurred Lines, video que consiste en verlo cantar acompañado de una modelo que baila desnuda y mira a la cámara con carita de bambi. De pronto, Miley lo culea de cerca con un poquito de intención y para gran parte de la prensa, Thicke se convirtió en una pobre carmelita descalza, víctima de los atropellos ninfómanos de la ex Hanna Montana.
La palabra escándalo se adueñó de todos los titulares de espectáculos y se leía entre líneas la pregunta que rondaba en los medios (con ese morbo reiterativo que tanto les gusta usar): ¿por qué, Miley… por qué sos tan descaradamente puta?

Reparemos un instante sobre la palabra descaradamente porque ahí está el meollo de la cuestión.
En una sociedad que quiere vendernos absolutamente todo por intermedio del sexo, en un mercado de la música en el cual las mujeres somos cosificadas permanentemente y casi sin excepción ¿qué resultó tan escandaloso de los actos de Miley Cyrus?
El mercado de la música pop nos ofrece cuerpos femeninos fresquísimos, sensuales, delicados y eróticos, para vendernos sus productos y sus valores. Pensemos en Selena Gomez, Ariana Grande, Katy Perry, Taylor Swift. Todas ellas manejan un grado mayor o menor de sensualidad y seducción, la diferencia es que siempre son agradables.

Miley se mece desnuda sobre una bola de demolición, tiene actitudes masturbatorias, se toca, se frota con todo lo que encuentra a su paso, lame un picaporte con dedicación virtuosa, menea el culo y se le abre de piernas a la cámara siempre que es posible.
El problema no fue que Miley expusiera su sexualidad sino que fuera explícito y que fuera para su propio goce. En vez de estar atenta a seducir una mirada masculina, Miley se desentiende de seducir, de agradar, o sea de su feminidad y al renunciar al juego de la feminidad, desecha también la masculinidad. Cyrus hace explícito que cuando compramos música pop, de una forma u otra, acabamos comprando sexo. Abandona lo sensual para ofrecer lo obsceno y todo esto lo hace siendo… (el horror) una mujer, es decir, el objeto de toda la compraventa.

Por otro lado se hace presente lo lúdico: reitero lo de lamer el picaporte, se amaca en la bola de demolición, se pone una mochila de osos de peluche, se chapa a una muñeca. Se culea a Robin Thicke en frente de todo el mundo y se divierte, lo goza. La palabra que define esto creo que es: ridículo. Hay un juego permanente entre lo ridículo y lo obsceno.
Ser obsceno, ser abiertamente sexual, ser ridículo, incluso divertirse (!), son áreas que la cultura machista reserva exclusivamente a los varones. Que una señorita Disney Channel ande alardeando de esas cualidades, es más escandaloso que cualquier teta al aire.
Not under my watch diría el patriarcado.
Una mujer que decide abiertamente ofrecer su sexualidad para su propio beneficio y expone la cosificación que se ejerce sobre nuestros cuerpos, lo que hace es tomar las reglas del juego y jugarlo. Esto tampoco está permitido por el machismo.
En palabras de Virginie Despentes: “Ninguna mujer debe sacar beneficios de su sexualidad. En ningún caso ella es lo suficientemente adulta para negociar con sus encantos.” Por eso cada vez que alguna se quiere hacer la viva, el patriarcado tiene herramientas para pararle el carro. La más común de todas es una serie de alarmas que le avisan que su desenlace será terrible: va a terminar sola, abandona, decadente… y puta. “Nadie te va a respetar”.
En este episodio le tocó ponerse la gorra a la cantante Sinead O’ Connor quien le envía una carta a Miley donde le explica que si sigue así, tan puta, va a terminar muy mal. Porque siempre es bueno recordarle a una puta que además de puta, no sabe nada y los que deciden al final de día son los hombres. Un pequeño extracto de la carta:
Te prostituirán por todo lo que vales, y de forma muy inteligente, te harán pensar que era lo que tú querías. Cuando termines en rehabilitación como resultado de haber sido prostituida, “ellos” estarán tomando el sol en Antigua con los yates que se compraron por la venta de tu cuerpo. Allí te encontrarás muy sola.
No dudo de las intenciones de Sinead, pero es una buena herramienta para reflexionar sobre cómo construimos lazos de sororidad entre todas nosotras, si nos ponemos la gorra o salimos a bancarnos.