Renata Gómez es una adolescente hermosa, con el sueño trascendente de ser la Reina de algún pueblo perdido del interior de la provincia, ha vivido toda su vida en la Capital hasta que se traslada a una pequeña ciudad llamada Chivilcoy donde el Ayuntamiento ha prohibido los concursos de belleza. Renata despierta entre sus compañeras de colegio la pasión por las competencias de belleza y todos ellas se unen para reinvidicar el certamen municipal. Terminan presentandose todas en la Fiesta Nacional de la Flor, en Escobar, y Renata es coronada Reina entre lágrimas e hiperventilaciones.
Sí, es el plot de Footloose adaptado a los tiempos que corren y a la realidad argentina. Pero podría ser real en 15 años.
Chivilcoy ayer hizo historia al eliminar ayer los concursos de belleza que formaban parte de las fiestas municipales a través de una ordenanza. El énfasis está puesto en que eran municipales, o sea, que se hacían con plata estatal y en nombre de la cultura, el deporte o el turismo. No se sabe. El proyecto fue incentivado por la Secretaría de Género y la Asamblea de los Derechos de la Niñez de la Central de Trabajadores Argentinos de la zona.
(En verdad, Chivilcoy no es el primer lugar del mundo en prohibir beauty pageants, es el tercero. Y, en total rigor, en realidad es el primero en eliminar los que tienen que ver con adultos. De todos los países del mundo, solo Francia y Rusia prohibieron las competencias para niñas. Lo del país soviético tiene sentido ya que tienen todo un mambo con la pedofilia (era la excusa linda para sus leyes homofóbicas) y lo de Francia quizá sea porque estaban terriblemente asustados de que aparezcan Petite Boo Boos)
Los motivos por los cuales se votó a favor de la ordenanza es todo lo que tiene que ver con el sexismo que implica ser juzgada por como te ves con un vestido de fiesta y pelo con mucho volumen. Y en bikini y taco aguja. Y que te hagan preguntas para estimar tu desenvoltura y personalidad. La verdad que es bastante parecido a la Feria de la Sociedad Rural pero al revés. (Porque en Chivilcoy no ganaba la que pesaba más)
Ahora, la palabra «prohibir» o «eliminar» no le gusta a nadie. Suelen proliferar discursos bastante libertarios con respecto a la prohibición de las cosas (¿compra de dólares, alguien?) – eso de que sí no te gusta no tenés porque consumirlo, nadie te obliga a mirar, etc., etc. Es admisible también el argumento de que participar en estos eventos quizá sea empoderador para la mujer ya que no son todos tan heteronormativos, como Miss Trans, el certamen para transgéneros. También hay que reconocer que no tenés que ser trans para disfrutar de ponerte labial y que te miren todos.

Aún así, habiendo entendido bien la Asamblea del Año XIII y nuestras libertades inclaudicables, esta cronista* está conceptualmente a favor de las restricciones. Primero y principal, la tinellización de la cultural es ubicua y hay que pelearla. Y eso implica pararse del otro lado de cualquier cosa que cosifique, entre ellas, concursos de belleza. Dos, creo que el eje acá que está perdido es que es una cosa es un certamen bancado por empresas privadas, a la Bikini Open, y otra cosa es que sea política de Estado y bancado por el mismo. Eso es lo inaceptable y va mucho más allá de si bikini sí o libertad para las mujeres y su decisión.
*¿bloguera? No sé.