EL ESTADO DEL FEMINISMO YANQUI

Es imposible escapar a la influencia y consumo de productos culturales de los Estados Unidos de América. Acá ni lo intentamos y analizamos la pelea tuitera que protagonizaron Nicki Minaj y Taylor Swift, el fenómeno Caitlyn Jenner y la bizarreada de Rachel Dolezal.

La pelea del año entre NM y TS empezó después de una catarata de tuits de la rapera que no estaba muy contenta con sus nominaciones a los Video Music Awards de MTV. Sus videos, los singles de “Anaconda” y su duet con Beyoncé en “Feeling Myself” fueron ignorados por el ¿jurado? de MTV, al menos para la categoría más importante de Video of the Year. Según MTV, los videos para Video del Año son elegidos por su “impacto cultural” y para esta edición 2015, los elegidos fueron: Beyoncé por 7/11, Ed Sheeran por “Thinking out loud”, Taylor Swift feat. Kendrick Lamar por “Bad Blood”, Mark Ronson y Bruno Mars por “Uptown Funk” y Kendrick Lamar por “Alright”. El criterio es por “impacto cultural” y eso disparó la diatriba de Minaj que señaló al jurado de MTV por no nominar a “Anaconda”, el video más visto en Vevo del año pasado hasta que el blockbuster de Swift lo destronó.

El single de Minaj, su video y hasta su arte de portada es una celebración absoluta del cuerpo negro, culón y caderón hasta el extremo y es un festejo consciente y político por parte de la rapera que disparó que si ella fuera otra chica con un «cuerpo delgado» que hiciera un video que impacte tanto en la psiquis popular, estaría nominada. Amén de la importancia relativa del premio. Y esos tweets fueron lo que motivaron a Swift a meterse en una discusión que no tiene absolutamente nada que ver con ella, porque ella fue nominada por un video repleto de supermodelos de cuerpos perfectos (y Lena Dunham, que también aparece). Twitter potencia la comprensión fragmentada del discurso por su límite de caracteres, pero también resaltó la tremenda cola de paja de TayTay. Swift se sintió tocada pero el punto que Minaj estaba haciendo era sobre la manera que la industria cultural musical yanqui se apropia y homogeneiza la cultura negra porque es «popular» pero no suele reconocer a los artistas negros. Después la rubia se disculpó por meterse dónde no le correspondía, pero dejó al feminismo yanqui con una clave para la lectura de este intercambio, que va más allá de si el acontecimiento en sí es sexista o racista, que es la interseccionalidad.

En primer lugar, para empezar a entender algo de toda esta discusión con respecto al femenismo yanqui (con un alto consumo por esta bloguera) es que el racismo -la consecuencia más desgarradora de la esclavitud- está muy presente en los Estados Unidos. Los adolescentes negros muertos por la policía y los Trending Topics mundiales como #BlackLivesMatter, #notonedime y #icantbreathe son un recuerdo contemporáneo de que la problemática no está zanjada en la sociedad norteamericana. Las tecnologías 2.0 y las nuevas plataformas de las cuales se escriben innumerables think-pieces han traído a primera plana las intersecciones que se forman dentro de sistemas de dominación, opresión y discriminación. El ejemplo más claro es el black feminism que argumenta que la experiencia de ser negra no puede ser entendido fuera de la experiencia de ser mujer porque las interacciones de esas experiencias a menudo refuerzan las opresiones simultáneas.

En esa clave hay que empezar a analizar el fenómeno Rachel Dolezal, la mujer que nació blanca pero empezó a hacerse pasar por negra después de la universidad, militando por la causa de los derechos cívicos. Llegó hasta ser presidenta de la sección de Spokane del National Association for the Advancement of Coloured (!) People, una ONG histórica que lucha por los derechos de los afroamericanos, hasta que sus padres salieron a revelar que ella pasaba por negra.

Dolezal hablando en una concentración en Spokane, Washington.
Por Aaron Robert Kathman, via Wikimedia Commons

El caso explotó en los medios yanquis, con una cobertura incesante que reveló la existencia de dos grupos de personas, los que creían que la experiencia racial podía ser más o menos fluida y los que creían que Dolezal es una cínica, apropiadora cultural que buscó beneficiarse de su identidad subalternaDentro del bando pro-Dolezal, un concepto que corrió bastante fue la de transracialidad, un concepto afín al transgénero que el ganador olímpico Bruce Jenner puso de relieve con su transición hacia Caitlyn Jenner.

La tapa de la primera entrevista de Caitlyn Jenner.
Tapa de Vanity Fair

El feminismo yanqui está ante un escenario dónde se cuestiona las experiencias de la raza y el género como espectros fluidos y complementarios, ante la emergencia de etiquetas como cisgender, gender fluid, demisexual, polyamorous, doms, subs y todo lo que hay bajo el sol, pero cómo ejemplifica el caso Minaj, todavía no se cuestionan los privilegios que da el estatus del whiteness, situación que se puede leerse análoga con el clasismo reinante dentro del feminismo argentino.

De los laberintos, dicen los que saben, se sale por arriba.

 

 

 

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