NOVIAS DEL TERROR

¿La nueva contracultura es terrorista e idiota? o más bien, ¿puede el Estado Islámico proveer la aventura que le falta a Occidente?

Quizá se haya equivocado el escritor francés Michel Houellebecq al afirmar que el Islam es la “religión más estúpida”. En la última iteración de grupo terrorista islamista, el Estado Islámico  (EI) ya ha instalado un califato en tierras capturadas de Siria e Iraq, hace uso del petróleo de esas tierras y tiene sus propios community managers, en algunos casos, chicas de entre 15 y 30 años de potencias occidentales que dejan todo y se van a defender al EI.

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Grace ‘Khadijah’ Dare y Abu Bakr, un matrimonio yihadista. Participaron de un documental corto sobre sus vidas en el EI.
Channel 4 News

Alrededor de 150 chicas europeas abandonaron sus hogares para hacer el hijrah (peregrinaje) que el Califa Ibrahim llamó a hacer para reunirse con los estimados 2,800 europeos que ya lo hicieron. “Los que pueden inmigrar al Estado Islámico deben hacerlo, ya que la inmigración a la casa del Islam es un deber”, afirmó jefe del naciente Estado. Aqsa Mahmood, una escocesa de 19 años cuyo nombre en redes es Umm Layth (umm significa madre) dio un par de consejos para todas las que estén pensando hacer el viaje en su blog el 9 de Abril de este año: “es un milagro que encuentren una remera o pantalones que les duren más de un mes acá, así que traigan todo desde medias y ropa interior a vestidos y hijab”, además de recomendar que se bajen todos los pdfs sobre el yihad que puedan antes de venir porque la conexión wifi en Siria es malísima. El común denominador de los viajes de estas chicas es la reserva absoluta y una capacidad de planificación extraordinaria. Nora el-Bathy, una quinceañera francesa, dijo que iba a la escuela pero en realidad se fue a tomar un avión a Estambul con la plata que había sacado de su cuenta de ahorros. Otra quinceañera, la alemana Sara O no volvió de la escuela un día y poco tiempo después posteó que su día consistía de “Dormir, comer, disparar, aprender, escuchar lecturas. Por cierto, me uní a EI”.

vía Twitter.
La británica Zahara Halane en su perfil de Twitter.
vía Twitter.

Ahora, ellas no van a pelear, para más que compartan en redes sociales fotos de ellas disparando armas. Sigue siendo el Islam, por más selfies que se saquen. Pero una versión un poco más hardcore del Islam del resto de los países del Medio Oriente ya que siguen las reglas de la ley sharia, un código moral y religioso, que obliga, por ejemplo, a todas las mujeres a utilizar el niqab, una especie de velo que solo deja visible una mini hendija por dónde se ven los ojos. Algunas agregan guantes y más velos para que se les vea aún menos piel. Los castigos de la ley sharia también son un poco extremos, como la crucifixión por una violación o cortar una mano por un robo, pero como tuiteó @Al_khanssaa son algunos de los “beneficios de vivir bajo la sombra de Shariah :p”. La poligamia aparentemente se practicaría y cualquier tipo de negocio o establecimiento debe cerrar para el salat (rezos) cinco veces por día. Según la chica que postea en la Fan Page “Diary of a Muhajirah” -en 2016 cuenta desactivada – nadie paga ni alquiler ni servicios en territorios del EI, reciben una caja con alimentos por unidad familiar, perciben una mensualidad personal y las visitas médicas y los remedios son gratuitos.

También aclara que se puede vivir en el EI sin ser árabe porque hay un montón de personas de distintas nacionalidades. Las interpretaciones occidentales acerca de porque las wannabe yihadistas se casan una vez que llegan al EI suelen coincidir en un punto: hay algo de status que viene con estar casada con un yihadista y cuánto más joven mejor, ya que muchas enviudan bastante temprano. O como explicaba una esposa: “nada le gana a las palpitaciones que te agarran cuando estás leyendo la lista de los mártires”.

La mayoría de los posteos son escritos en inglés con palabras sueltas escritas fonéticamente en árabe en múltiples plataformas como ask.fm, KiK, Twitter, Facebook, tumblr e Instagram. Allí es donde la cultura selfie se mixtura con la cultura del yihad. Pueden ser selfies de kalashnikovs y estetoscopios, fotos instagrameadas con frases medio penes, instantáneas del momento que los mujahideen se van para la guerra, en fin, todo el apoyo emocional virtual posible para lo que algunos cientistas sociales han llamado la “radicalización de habitación”: chicas jóvenes, universitarias o casi, de países potencias del Primer Mundo transformadas en yihadistas perdidas por su amor a Alá en menos de lo que tardás en decir terrorista. Radicalizadas, como si fuera algo que les pueda pasar, como una intoxicación pero un poquito más grave.

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«Estoy recibiendo algunas preguntas sobre mi marido y yo. ¡Entonces decidí publicar nuestra selfie!» vía Facebook.

La cuestión es más compleja que la dictomía radicalización – lavado de cerebro. Acaso sea tan compleja como las emociones que debe haber sentido Zahra Halane de 16 años después de que su no encontrar su gatito. El esposo lo había echado.

«Inshaa Allah nos reuniremos en el paraíso”tuiteó.  

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El gatito perdido, antes de que el marido de Halane lo echara
vía Twitter.

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