ROMPER EL TABÚ DEL CUERPO QUE SANGRA

En Italia están discutiendo la baja menstrual de tres días con goce de sueldo por dolores relacionados al período, en Japón la ley que regula seirikyuuka, que se traduce como “derecho fisiológico”, es de 1947.

En Argentina, todavía lejos de legislar derechos referidos al descanso, la legisladora bonaerense Micaela Ferraro del Frente Renovador presentó un proyecto de ley que surgió de la campaña #Menstruacción para garantizar la provisión de elementos para la gestión menstrual a toda la población bonaerense. Son síntomas de una conversación cada vez menos tapada sobre el hecho de que nos sangra la concha cada 28 días. En el país somos 10 millones las menstruantes que reincidiremos 460 veces a lo largo de nuestras vidas, y para gestionar esa sangre, gastaremos 700 y mil pesos en toallitas y tampones este año. Debería ser casi imposible evitar el tema, pero en ámbitos públicos todavía metaforizamos usando eufemismos para referirnos a la menstruación y sobre todo, como administramos y vivenciamos  que «nos venga».

El estudio Feminine Protection: The Effects of Menstruation on Attitudes towards Women (Roberts, T, y Goldeberg, J, 2002) esbozó algunas respuestas para explicar esa paradoja a partir de un experimento psicológico de observación grupal en el que a una participante cómplice se le caía -alternadamente- un tampón o un clip de pelo. Al evaluar la aptitud de la sujeto cómplice, los participantes que habían presenciado la caída del tampón la calificaban peor que los que habían visto que se le cayera un clip de pelo.  El tabú de la menstruación continúa siendo tan eficaz que Instagram le bajó dos veces la foto a la artista Rupi Kaur, que la retrataba con una mancha de sangre.

«Las tecnologías de gestión menstrual no son simplemente instrumentos, llevan dentro suyo un gender script (guión de género) que es aceptado, negociado y resistido por las usuarias», dijo la Doctora en Psicología Eugenia Tarzibachi en una conferencia virtual brindada en el marco de la Comunidad de Prácticas ESI (FLACSO Argentina), para luego aseverar que la avanzada de las empresas farmacéuticas presentan al sangrado menstrual como «inútil» y por ende, suprimible con anticonceptivos.

«La menstruación es uno de los marcadores de la diferencia sexual», continuó, «son consideradas cosas de mujeres y en nuestras culturas son celebradas como ‘hacerse señorita’, aunque luego les pedimos que escondan todos los rastros del proceso biológico desde la vergüenza. Es tan performativo que a las mujeres trans se les dice que nunca serán mujeres». Effy Mia, artista israelí-argentina, logró sublimar esta ofuscación en su obra de arte «Nunca serás mujer«.

Primera Menstruación

La Dra. Tarzibachi define dos períodos históricos de protección femenina en Estados Unidos y Argentina. La primera se determinó por la necesidad de higienizar un cuerpo sucio y corresponde las primeras generaciones de tampones y toallitas, alrededor de 1920 en USA y 1935 en Argentina. Como suele suceder, las toallitas vinieron por añadidura: fueron inventadas para como material sanitario de guerra. Una vez terminada la primera guerra mundial, decidieron lanzarse al mercado de la gestión menstrual para no perder su inversión inicial. La idea rectora detrás de este período era civilizar las costumbres y resolver el problema del cuerpo como potencial fuente de enfermedades (una idea completamente nueva) pero que además tenía que poder pasar por a-menstrual. Para eso, las publicidades inventaban diálogos entre una mujer moderna y una atrasada que vivía el cuerpo menstrual como un ancla. 

El segundo período de gestión menstrual, de 1960 a 1980, se rigió bajo el precepto de liberar a las mujeres del cuerpo menstrual. «Las estrategias publicitarias profundizaron la desmentida del cuerpo menstrual abochornado que se mostró en el primer período que desaparece de las publicidades, relegado a un lugar temido, no visto. Con tecnologías más eficaces, la gestión del cuerpo mesntrual comenzó a pasar desaparecibido por las mujeres mismas, no solo por el otro. La descartabilidad de la sangre menstrual propició el distanciamiento de las mujeres del contacto cercano, táctil, olfativo, visual», explicó Tirzabachi. 

Al igual que Paula Chaves fue arrinconada hasta la elección de ser ama de casa (como explica brillantemente Luciana Peker), que nosotras podamos hacer que no pasa nada cuando nos viene también nos fue impuesto como lo normal. La vuelta a la copa  menstrual -inventada en 1937-  y el reconocimiento de la menstruación como un espacio de militancia (el proyecto de ley Menstruacción en nuestro país, las fotos de Rupi Kaur, etcétera) es también una vuelta a tocar, oler, sentir y ver lo que somos. Y para seguir desmitificando el tabú.

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