Roxie Hunt de Seattle, estado de Washington, sintió que “ganamos fuerte” en cuestión de pelos corporales al teñirle el pelo de la axila a una compañera de trabajo, Rain, de la peluquería Vain.
El color elegido fue el mismo que Rain tenía en la cabeza: una aguamarina preciosa. Explicó como se hacía en un post de blog que después se viralizó. Primero, hay que decolorar los pelos (usó agua oxigenada de 30 volúmenes por miedo a que el de 40 le haga mal), que toma el color deseado aproximadamente 15 minutos después. Segundo, pintar con una brocha los pelitos decolorados del color de tu imaginación y también 15 minutos después, voilá, el vello más bello que te hayas imaginado. Algunos medios digitales feministas ya creen que encontraron la tendencia 2015, lo cual peca de cierta ingenuidad. A esta cronista le encantaría vivir en un mundo donde suceda eso, pero está claro que el hecho de tener pelaje en lugares no autorizados -sea sobaco, piernas o concha- se considera subversivo. Hay que hacerse las boludas acerca del hecho que la depilación es parte de la vida femenina desde la temprana adolescencia. Podés ser todo lo feminista que quieras pero aún así depilarte, escudándote en la naturalidad del hecho que nos arranquemos todos los pelos del cuerpo.

vía Youtube.
Breanne Fahs, profesora de la Arizona State University y una yanqui de las que creen que pueden medir todo, hizo público un estudio este año llamado Perilous Patches and Pitstaches: Imagined Versus Lived Experiences of Women’s Body Hair Growth. Una parte del estudio se basaba en medir las reacciones de 20 mujeres acerca de afeitarse (diferencias culturales, no dejan que la cera se acerque a sus axilas), no afeitarse y tener pelo en general. Todas más o menos respondieron lo mismo: la depilación era un mal menor, lo hacían por elección personal y que el pelo corporal era un asco. La segunda parte de la investigación era un poco más divertida. Fahs le ofrecía crédito extra a sus alumnas si se dejaban crecer el pelo del sobaco y las piernas por 10 semanas y llevar un diario al respecto. “Constantemente pienso sobre mi pelo desagradable”, escribió una estudiante. “Nunca le voy a mostrar a nadie mi pelo”, anotó otra. Las participantes sintieron – o les dijeron – que eran repugnantes, sucias, desarregladas y “ew”.

vía Instagram.
Es interesante pensar porque pasa esto es una época donde la pornografía está en cualquier kiosko de revistas o a un paso en falso en Internet. A los adolescentes y adultos nos chupa un huevo ver un ano mega abierto o una vagina dilatada, pero pelos en la axila JAMÁS.
Una periodista yanqui, de las que creen que hay que darle una respuesta a todo en el espacio de una nota, aventuró que el motivo de la repulsión (además de ser cultural), tiene que ver con el hecho de que los pelos “transportan” feromonas, las hormonas que atraen a nuestras parejas sexuales posibles. La repugnancia que nos causan los cabellos axilares sería porque nos “recuerda” que debemos proceder con precaución en todo lo que tiene que ver con el sexo.
Para contrastar con esta idea evolucionista, se puede sugerir que la náusea que causa el pelaje tiene más que ver con el juego de opuestos simplificantes con las que se maneja el mundo en términos de narrativas sexuales, alto/bajo, seco/ húmedo, delante/detrás, duro/blando, fuera/dentro, PELO/NO PELO. Pierre Bourdieu, en su ensayo La dominación masculina, teoriza largamente sobre el hecho de que la diferencia anatómica entre los órganos sexuales puede aparecer como la justificación natural, pero eso ya lo sabíamos todos. El problema es que está completamente internalizado por todas las mujeres (exceptuando, obvio, la mujer barbuda, ponele, y otros ejemplos de ese estilo). Y por eso vale aplaudir teñirse el pelo sobacal de colores de fantasía, por más minita que sea. Hasta que se pueda tener una discusión más interesante sobre el tema.