En Corea del Sur, también se vuelven locas por los pelos púbicos. Pero exactamente al revés que en el resto del mundo.
Mientras que por estas latitudes estar depilada es una obviedad, en Corea del Sur hay mujeres pagan por injertarse pelos en el pubis. El enemigo a vencer es una condición médica llamada «atrichosis púbico» o una insuficiencia de vello púbico en mujeres por lo demás sanas. La clínica Renaissance estima que 10% por ciento de las mujeres coreanas sufren de esta enfermedad, y a algunas hasta les causa estrés psicológico .
La atrichosis púbica sigue el mismo patrón que la calvicie, o sea, si nos imaginamos que la la zona púbica tuviera forma de corazón, sólo la punta tendría pelos. Después de los implantes, la gran mayoría de las coreanas eligen definir su pelo en forma de «escudo» y de «abanico», según el blog de una clínica que hace este procedimiento.
Este fenómeno forma parte del eterno retorno del vello: los primeros transplantes capilares fueron realizadas con pelo púbico en Japón. Hoy en día el procedimiento cotiza 2.000 dólares y toma varias sesiones de un par de horas hasta que el pelo tome raíz.
De ambos lados del Atlántico, las mujeres nos sometemos a prácticas pornográficas (en sentido del escrito de Christian Ferrer) que hacen presión sobre costumbres y expectativas sociales: la dieta, el gimnasio, el diseño de moda. En las fronteras de todas estas instituciones femeninas surgen las industrias emergentes del Siglo XXI: del sexshop a la cirugía estética, de la liposucción a las escorts de lujo, de la búsqueda de los genes de placer a la selección de promotoras, de producirse para ir a trabajar o para la fiesta de quince. Para las coreanas – y para nosotras en muchas otras prácticas – las molestias ocasionadas se sobrellevan porque son prácticas dotadas de sentido.