El término feminazi fue inventado por un tipo que cree que el tamaño promedio del pene se ha reducido en los últimos cincuenta años por culpa del feminismo y al cual claramente no le importa/no conoce la falacia del reductio ad Hitlerum.
Conozcan a Rush Limbaugh, locutor, escritor y sobre todo las cosas, conservador yanqui que trató de “puta” a una estudiante universitaria que pidió ante la Cámara de Diputados que las pre-pagas cubrieran pastillas anticonceptivas, que dijo los negros son “relegados” porque son entrenados para odiar a los Estados Unidos por el Estado de Bienestar, que descree del calentamiento global y le dijo perro a Chelsea Clinton, la hija de Bill y Hillary Clinton. En fin, un defensor del orden tradicional. Las feminazis aparentemente tienen el objetivo de lograr la mayor cantidad de abortos posibles, porque claro, los nazis mataban gente = personas pro-elección que “matan bebés” (va entrecomillado por ser mentira e inflamatorio). Más allá de Limbaugh y su privilegio de hombre blanco lo interesante es el eco que estas opiniones tienen en un grupo grande de hombres de todo el mundo.

vía Facebook.
Conozcan al colectivo de los Men’s Rights Activists, o Activistas por los derechos del Hombre, que militan por las desventajas del hombre y básicamente discuten que los hombres tengan más poder, sueldo, privilegios o ventajas, o sea, con la realidad. Este movimiento emergió de la liberación masculina (en respuesta a la la creciente teoría feminista) de los ‘70 y rápidamente se dividieron en dos corrientes: la pro-feminista y la anti-feminista. Los últimos ven a los hombres como un grupo oprimido y que las mujeres son las verdaderas poderosas en la sociedad por su rol -tradicional- de madre y cuidadora.
Cuestiones por las cuales se preocupan: expansión de los derechos de padres solteros, anti-dote en India, discriminación en su contra a la hora de la custodia legal, circuncisión, divorcio, la violencia doméstica perpetrado por mujeres, la educación feminizada, falsas acusaciones de violación, la criminalización de la violación marital, su expectativa de vida acortada por la discriminación y la opresión, la colimba, fraudes de paternidad, la cárcel y los derechos reproductivos. Básicamente, se podría resumir como “el punto de vista menos escuchado”.
Todo esto encuentra su correlato criollo en la polémica que se armó acerca del documental Borrando a papá, estrenada en noviembre del año pasado, cuyo hipótesis es que la violencia de género es el curro más novedoso de los estudios jurídicos y que las madres “les lavan la cabeza” a los hijos para separarlos de sus padres. La directora es la mujer del productor, Gabriel Balanovksy, que en 2001 interceptó a su hijita saliendo del jardín de infantes y la retuvo 11 meses.
El movimiento del backlash masculino parece enfrentarse a sus miedos más profundos en las feminazis, de las cuales la mayor proponente -si no la única- es Valerie Solanas, la otrora asesina de Andy Warhol que escribió el SCUM Manifesto en 1967. “Que se derroque el gobierno, se elimine el sistema monetario, se instituya la completa automatización y la destrucción del sexo masculino» son algunas de las propuestas que hace en su manifiesto. Todo lo demás, histeria masculina.
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