MUJER AL VOLANTE POR AMÉRICA LATINA

Carolina Lissoni condujo más de 4.000 kilómetros en su Volkswagen Kombi junto a su compañero desde septiembre 2015. En una pausa del viaje para recuperar energías, Carolina habló con vaga fiebre acerca de cómo es la vida en el asiento del conductor.

Estás viajando con tu novio hace un año por Latinoamérica, ¿a quién se le ocurrió?

La fantasía de dejar el laburo de oficina e irnos a viajar era completamente compartida pero irnos en La Chata, de este modo, fue idea mía. Yo ya tenía la Kombi desde 2013, aprendí a manejar con ella y, siendo sincera, la amo. Mi vieja se había ido a vivir a Tandil y yo quería tener un vehículo para ir y volver sin depender del horario del micro. No contaba con dinero para algo más nuevo y si tenía que ser un auto viejo, quería que sea ese. La realidad es que no sabía manejar… pero me había encaprichado un poco con tener una de esas porque todo el mundo tiraba pálidas cuando contaba que quería una Kombi: «Se prenden fuego», «Te va a dejar en cualquier lado», «¿No te parece un poco grande para que la manejes vos?»… Y más me decían, más la quería… empezás a buscar y es todo un mundo, hay clubes de fanáticos, toda una historia detrás de la marca y el movimiento aircooled. Entonces me parecía un buen plan viajar así…

¿Cómo fueron los primeros pasos para concretar el viaje?

Lo primero que hicimos fue empezar a trabajar en la camioneta, para que nos permita vivir en ella con alguito de confort. Nos llevó como un año y medio en total, porque sacando la parte mecánica y de chapa, todo lo hicimos nosotros mismos… Como laburábamos en la semana, era solo los findes y mucha prueba y error.

 Ya salieron, ¿quién maneja la Kombi?

Yo, él manejó una sola vez, 100 km. No le gusta, a mí me encanta… y bueno, es un buen acuerdo entre ambos…

 ¿Cómo reaccionan las personas con las que se encuentran cuando te ven manejando?

Siempre se sorprenden, en mayor o menor medida. Si me ven manejando, piensan que es algo del momento, como que manejo porque el está cansado o algo así… Cuando les respondemos que siempre la manejo yo, ponen una cara como de “Me estás jodiendo”… ya nos acostumbramos.

¿Cómo es el trato en general hacia vos?, ¿hay algún país latinoamericano que se destaque?

En la mayoría de los países, me hicieron sentir que tenía que dar explicaciones por estar al volante. Siempre. Los funcionarios de la aduana con un “¿Tú ingresarás este busito?” te lo hacen notar. El policía que nos para en la ruta en Perú y le pide los papeles a Eze que está en el asiento del acompañante, porque no… a mí no me va a hablar, también. El mecánico que le contesta a él cuando la pregunta se la hice yo, en Bolivia. Siempre, más o menos sutil, te hacen tener que explicar que a mí me gusta manejar y a el no. Que no, que no tiene nada malo en las piernas, pero no lo disfruta y yo sí. Que manejamos poco cada vez que hacemos ruta, entonces no me canso y no hay necesidad de cambiar… Ya tenemos todo el speech armado. El speech es una sumatoria de verdades, que siempre íbamos evocando cada vez que había que explicar porqué yo manejo y el va del acompañante. Empezamos a repetir siempre la misma explicación e inconscientemente ya quedó como un disquito. En general, la gente no entiende de entrada qué estamos haciendo, que viajamos lento, porque vivimos así. Que no vamos a un destino en un tiempo, sino que vamos recorriendo, entonces les cuesta entender algunas cosas… como que los 18 mil kilómetros que manejé, fueron en tramos de 200 o menos… y divididos en 13 meses. Entonces hay que explicarlo…

Argentina se destaca para bien en ese sentido. Yo me quejaba mucho, pero hay varias batallas ganadas en nuestro país en este sentido.

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Carolina con Ezequiel y Gala en una escultura en el desierto de Atacama, Chile.

 ¿Escuchaste alguna frase desafortunada’?

“¿Y tu esposo te deja manejar por todos esos lados?” me preguntó una mujer en el sur de Colombia, y tardé bastante en pensar la respuesta. Ya me acostumbré que afuera Eze es mi esposo, aunque expliquemos que no estamos casados, nos dicen que para ellos es mi esposo igual… Pero la idea de que necesito su permiso me dejó pensando esa vez…

¿Cómo manejás la higiene personal de viaje? 

Nos ha tocado pasar diez días sin que nadie nos ofrezca una y tener que ir a pedir a bomberos y estaciones de policía. Y te acostumbrás, como a todo. El tema de la menstruación, por lo menos en mi caso, no me generó ningún mambo… flasheé cualquiera y me llevé toallitas como para 5 años, así que a la tercera vez que me tuve que cambiar adentro de la Chata, ya fue, ahora es mi casa. Lo que si me pasó es que conocí muchas viajeras que encontraron soluciones alternativas al desperdicio de las toallitas, la cantidad de plástico que se desecha es violenta. Las que viajan con la copa la defienden a muerte, no la probé, pero lo re haría. Y muchas arman sus propias “toallitas sustentables”, lo cual está buenísimo pero requiere más compromiso (armarlas, lavarlas, etc.) Tengo pendiente encontrar una solución que me conforme a mi.

 ¿Fuiste testigo de algún acontecimiento que te haya impactado?

El primero que se me viene a la cabeza es el de la gente al costado de la ruta. Muchos de ellos niños. Íbamos de La Paz a Copacabana, en Bolivia, pocos días antes de año nuevo. Una sequía violenta. No entendíamos que pedían, porque la velocidad de la ruta no permitía ningún intercambio. El auto de adelante tiró pan. No una bolsa, un pedazo de pan. Y un par de pibes corrieron a buscarlo. Nos quedamos helados, fue horrible. Toda esa gente estaba pidiendo comida. Y los conductores evidentemente lo sabían de antemano porque tiraban pan, paquetes de galletitas. A veces lo que tiraban rodaba a la ruta y los autos esquivaban a la gente. Fue muy muy impactante. No el hambre, que existe en todos lados. Si no lo aceptado que estaba tirar la comida así, desde lejos, como a animales en un zoológico… Ese mismo día vimos a una nena de no más de 5 años, tomando agua de un charco, y de eso no te olvidás…

 ¿Cuál es la comparación – si es posible – que hacés entre los países latinoamericanos que visitaron y Argentina en cuanto a prejuicios y estereotipos?

En todos los países hay que hacer una división entre interior y ciudad grande. Ese patrón se repite, casi siempre. Cuando pienso en esto y digo “Argentina”, claro está que hablo de Buenos Aires, porque es donde vivía y lo que conozco, y no tiene ni de cerca los mismos prejuicios y estereotipos que un pueblito en La Rioja. En Buenos Aires, damos por hecho muchas cosas que no existen en otros lados… y creo que el trato a la mujer es una de ellas. No digo que se nos trate mejor o peor, ojo. Pero el tema se habla, se discute, se cuestiona. El hecho de que esté en agenda adelanta muchos casilleros.

 ¿Cómo sigue el viaje a la vuelta?

En enero volvemos y la idea es seguir al norte, hasta México seguro. Último país latinoamericano. Y allí veremos, si seguimos más al norte aún o si empezamos a pensar la vuelta a Argentina… Hoy por hoy creemos que hay vida de viaje para rato.

Podés seguir todo el viaje a través de su página de Facebook: La Chata por Latinoamérica.

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