¿Qué es la libertad en el amor? ¿Hay alguien más parecido a un esclavo que un enamorado? (Baigorria, 2006)
Es la nueva, lo cool (op.cit. Nicole Neumann), lo que está de onda. Hay un grupo en Facebook que reune a 15 mil almas, Experiencias de Amor Libre Argentina, y muchísimas lecturas acerca de este ideal anarquista que se re-inventó en este momento histórico. Insisto, muchos textos pero pocas representaciones mediáticas sobre tener múltiples relaciones sexoafectivas a la vez y no estar engañando a tu pareja. Porque la pregunta persiste: ¿qué hacer cuando una está en pareja y aparece el deseo por un otrx?
Deseo abordar este tema sin referir a lo biológico de otras especies porque ya que la premisa de este sitio es que no hay nada biológicx, así que poco nos importa lo que hagan las aves o los reptiles o si los pinguinos se aparean de por vida.

Primero una distinción de terminología: el poliamor no es lo mismo que el amor libre. Lo primero se refiere al estado de tener más de una relación íntima, amorosa, sexual y duradera con múltiples personas de manera simultánea con pleno conocimiento y consentimiento de todas las personas involucradas. El amor libre hundiría sus raíces en el anarquismo y en la separación del estado capitalista de asuntos privados como el matrimonio, la anticoncepción y el adulterio. En ambos casos, se buscar desnaturalizar la heteronorma burguesa de la monogamia de lxs sujetos no-binarios que se unen libremente (recordar siempre a Marx) en el mercado de la carne.
Una perspectiva feminista de esta crisis de las formas monógamas podría llegar a verlos como empoderadores. Y en las palabras de mi entrevistada, M., eso se vuelve evidente al hablar de su relación: «Hoy por hoy es un vínculo en el cual yo, que soy la mujer, puedo salir con otras personas, pero se decidió de ambos lados que mi compañero varón no lo haga aún por estar en un proceso de deconstrucción que implica que todavía no está en condiciones de tener los cuidados que requiere para las otras personas con las que se vincule».

Para hablar de lo poli, contacté a quién amorosamente he apodado el hipster del poliamor, un sujete que está practicando el poliamor desde el 2011, Tomás Remón, integrante de la mesa de conducción de la Corriente Peronista Descamisados Vicente López, quien muy sucintamente resumió: «Yo creo, y estoy en proceso de investigarlo y mostrar sus resultados, que la “competencia amorosa”, pilar fundamental de la monogamia por ejemplo, es una herramienta del poder para dividirnos y gobernarnos.»
¿Por qué no podríamos vivir en camadería afectiva cogiendo en paz y abiertamente con todxs? ¿Cuál sería el riesgo? Aparece el temible monstruo verde (nada que ver con el aborto, por favor): la pregunta por los celos.
Para el abogado Remón se podría tratar de un tema de marco normativo: «Lo que hace la monogamia es establecer una serie de pautas o normas pre-establecidas, es decir que sus miembros no se ponen de acuerdo ni las problematizan, solo las aceptan como dadas. Y justamente logran emparejar la cuestión de los celos con un incumplimiento contractual, desproblematizando la cuestión de los celos. Los celos son la angustia que provoca la posibilidad de ser desplazado por un/a otrx, en definitiva». Para M.,: «Mi primer interés por estos vínculos fue porque siempre fui una persona muy celosa. Al identificar esto y desnaturalizarlo quise empezar a desarmarlo. Todavía siento celos, trato de identificar de dónde vienen y batallarlos, sobre todo cuando tienen que ver con la heteronorma o competencia con compañeras. Fueron mucho años, mucha terapia y debates feministas para comprender por qué los celos no son el mejor camino. Si bien son un sentimiento difícil de eludir, también son construcciones patriarcales». Remón avanzó en el mismo sentido: «Yo siento celos, como todxs aquellxs que viven sus relaciones con pasión y sin negación de los procesos propios. Lo que hago con esos celos, es trabajar sobre mí, sobre mi autoestima, sobre mi confianza, sobre mi apertura al cambio, sobre mis miedos. Así, creo, es mucho más sano trabajarlos y es más deseable que andar revisando celulares o desconfiando de compañerxs de trabajo».

Deconstruir los celos, deconstruir la posesividad, saber que tampoco existe el amor asegurado contra todo riesgo (Badiou, 2011). Reconocer las temporalidades y la finitud del tiempo. Laburar sobre nuestra propia concepción de amor, sin príncipes ni princesas. Y quizá, preguntarse(le) a cada quien sobre sus preferencias en la manera de relacionarse, más que poner en un lugar tan central la pregunta por la orientación sexual o la identidad de género. Porque al fin y al cabo, en el campo de Eros siempre está en juego la disolución de las formas constituidas.
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