O no se nace nada en realidad. El peligro oculto de sacralizar frases a.k.a hay-que-pensar-en-frases-nuevas.
Los feminismos estamos en ebullición, un estado de la materia que me gusta ya que soy escorpia con luna en leo y asc aries, pero más allá de lo personal, desde los setenta a esta parte han habido mujeres, trans, lesbianas, putas, periodistas, hermanas, madres, abuelas y todo lo demás también dando las luchas necesarias.

Entonces, estamos construyendo memorias feministas. Si hay memoria, hay pasado, hay futuro, hay devenir y no me parece que haya lugar para la frase «no se nace feminista». Entiendo que tenga una génesis específica, pero también es históricamente y geográficamente localizable. Y entiendo a lo que va, la deconstrucción es necesaria, pero en un tiro para mí es inevitable si sos persona, empática y con un mínimo de conciencia. Qué sé yo, yo también viví en San Isidro y no por esa soy cheta. En algún momento por suerte vas a la facultad (o no), pero salís a la vida adulta con fe, esperanza, deporte, etcétera.
Ayer fui a la presentación del libro de Mariana Carbajal, «Yo te creo hermana». Me encontré con un gran compañero coordinador de ANCCOM, la agencia de noticias de la Carrera de Ciencias de la Comunicación de la cual me siento línea fundadora (2014 post Nodoland, baby), y me preguntó si había ido a trabajar. Le dije que no, pero no me sorprende que nunca no esté trabajando, que nunca no esté pensando en clave feminista, llave periodista.
(El libro se lo regalo a mi mamá y yo, que hago dedicatorias hermosas, le escribo: Gracias mamá, por hacerme feminista con tu ejemplo y por siempre escucharme, aunque duela, te ama, tu hija Estefanía)
También me encontré (porque así es la ciudad) a una querida estudiante mía de inglés, que al salir del hermoso recinto del Centro Cultural de la Cooperación me dice: «Vos fuiste una precursora».

Este proyecto comunicacional tiene 5 años. El #NiUnaMenos también lo sentí muy mío. Estábamos y estamos hartas de ver a nuestras compañeras asesinadas, violadas, violentadas, denigradas y metidas en bolsas de arpillera. La primera nota (que es malísima) sobre femicidios fue en respuesta al asesinato de Daiana García, sobrina de un querido profesor de la secundaria.
¿Soy una precursora? ¿O era imposible hacer otra cosa?
Me acuerdo de leer a los siete una biografía de Marie Curie. De no poder creer lo irónico que se muriera por eso mismo que ella había descubierto. De nunca sentirme menos. De lentamente entender como mis tetas calentaban, de cómo mi rubiez resultaba insoportable a veces. De «indisponerme». De entender que todas hemos sufrido la violencia del cuerpo de un Otro ejercida sobre nosotras, nosotres, nosotrxs. De llorar y sanar.

Usemos las frases como puntas de partida, de lanza. Son eso, ¿o no nos dimos cuenta que «siempre con las pibas» a veces no tiene sentido? No podemos darnos el lujo de ser tan tajantes con respecto a la manera de habitar el feminismo. Y también, es reconocer que no todas las personas que tienen concha son feministas. Somos profundamente anti-biologicistas porque leímos y pensamos y entendemos que los feminismos son múltiples e interseccionales. Por eso los feminismos son específicamente antiyuta. No puede haber popes. No puede haber disciplinamiento. No pueden haber chuzeos ridículos. Necesitamos estar todxs juntxs. Es la única salida.