Las últimas semanas fueron muy duras para los abusadores, los violadores y simples palmeadores-de-culos del mundo y hasta se me regaló que Ari Paluch fuera despedido de America 24.
¿Y ahora qué?
Harvey Weinstein, productor ejecutivo de Miramax y de The Weinstein Company, productor de Pulp Fiction, Shakespeare in Love, Bridget Jones’ Diary, Frida, Chicago, Kill Bill (podría seguir por siglos), fue expuesto por una investigación del The New York Times. 70 mujeres lo han acusado de todo desde masturbarse en frente/ encima de ellas hasta de violación. Fue despedido de su propia empresa, y todo Hollywood sintió el estremecimiento que siguió. Kevin Spacey fue acusado de abuso sexual a partir de un artículo de Buzzfeed y Netflix rápidamente frenó la producción de House of Cards, al día siguiente. La conversación acerca de las dinámicas de poder y género en todos los ámbitos se volcó a las redes sociales y se cristalizó en el hashtag #MeToo.
En Argentina, también se vive una bonanza de mujeres valientes que denuncian hechos de sexismo y violencia en todo sus ámbitos. El último caso resonante fue el de Ari Paluch cuyo comportamiento, que al igual que Harvey Weinstein, era un secreto gritado entre lxs trabajadorxs de radio y televisión.
¿Por qué?
¿Por qué todos sabían y nadie decía nada?
¿Por qué estos «rumores» se convertían en remates de chistes que nunca causan gracia?
Una vez que lo traumático es puesto en palabras y traído a la conciencia, resulta muy díficil hacerse la boluda. Una vez que se nos escucha, que nos animamos a hablar a pesar de la intensa vergüenza que siempre trae sufrir cualquier tipo de abuso porque de alguna manera en nuestra culpa, es difícil volver atrás. Vivimos rodeadas de diversos «pactos de machos» (y no específicamente hombres; Elizabeth Vernaci es un excelente ejemplo de aquello) entre productores de películas, locutores de radio, deportistas, músicos, amigotes, las fuerzas de seguridad y la justicia que forman una defensa cerrada de los suyos. Pactos tácitos: «todos lo sabíamos».
Porque la otra dimensión del problema es material: estos hombres, en situaciones de poder que transgreden los cuerpos de las mujeres que los rodean, son los jefes. Son los que te pueden conseguir un laburo, abrir la puerta de un canal, hacer conexiones. En ese sentido, las dinámicas del consentimiento se reducen a las posibilidades del que tiene el poder. Y eso no va a cambiar en el mediano plazo.
¿Qué se hace, entonces?
Dejar de consumir productos sin perspectiva de género y de conocidos abusadores (Woody Allen, te estoy mirando). Convivir con la incomodidad de haber apoyado hombres que han abusado. No son esos hombres malos, o esa industria de mierda, es el sistema económico en el que vivimos.
(Es una idea, nomás.) ¿Ustedes qué creen?
Cuando se acabe toda esta mierda feminista, cuando el hombre duro heterosexual se rebele y retome el poder, vendrá la cuenta de cobro por todos los hombres que fueron humillados por el sistema feminista que impera y por todas las políticas que hicieron para favorecer a las mujeres Y OPRIMIR A LOS HOMBRES; si tan solo fuera para favorecer a las mujeres, pero ahora, por todo lo que ha ocurrido, cuando el hombre heterosexual retome el poder vendrá el castigo eterno: Las mujeres perderán todos sus derechos y serán reducidas a ser simples sirvientas de nosotros, no tendremos piedad, la violación se convertirá en un concepto sin significado y del cual se culpará a la mujer, no tendrán oportunidad de aspirar a un trabajo de ningún tipo, sólo podrán aspirar a ser esclavas de los esposos, su educación será exclusivamente para educar a los hijos mientras nosotros nos divertiremos con sus cuerpos, en venganza por toda la mierda que hicieron. Y será PERMANENTE.
Me gustaMe gusta
ay, suena mega aburrido jaja ¡gracias por comentar!
Me gustaMe gusta