Las relecturas siempre son ganancia. El artículo CELEBRAMOS EL ORGASMO FEMENINO contiene el zeitgeist de lo que este blog: una lectura de una «novedad» (el estudio citado por The Guardian) y el contexto social geolocalizado de época, justamente, que vendría a encarnar el único diputado brasileño que no es evangelista (chistecín) y su justificación acerca de la necesidad de crear este efemérides: «se lo debemos».
¿Qué tiene para aportarnos la biología para pensar en esta pregunta? Básicamente nada*. ¿Qué tiene para aportarnos la culpa? Bastante menos sobre todo por la fina pátina de machismo que cubre la idea misma de una celebración de este estilo.
*Primera aclaración: algo que vengo diciendo hace milenios y que muy posiblemente ahora no venga al caso (pero en mi cerebro tiene completo sentido), ¿por qué la segunda nota más leída de todo este blog es EL ¿? VALOR NUTRICIONAL DEL SEMEN? Información no falta, pimpollos, o al menos ya no hace falta ese saber enciclopédico necesario para que las cosas y los cuerpos pueden existir en paz sin la culpa de un sistema opresor heteronormativo. ¿Qué nos aporta una comparación con la biología de las aves? N A D A.
Lxs humanos no somos animales, desde que nos cisaya el lenguaje y tenemos que inventarnos nombres para hablar de las cosas. Hablemos de orgasmos conchales, entendiendo a la concha como el conjunto de la vulva y el clítoris, ya que, como sabemos desde 1998 (el año que recién se hizo un mapeo exhaustivo del órgano) todo lo que es el complejo clituretravaginal implica tejidos del clítoris, la uretra y la vagina.
Entonces, ¿hablar del orgasmo femenino es hablar de que nos es debido algo? ¿O eso es pensar únicamente que se puede llegar al clímax con un pene? ¿Por qué no usamos un verbo mejor para hablar del orgasmo para nosotrxs con este complejo clituretravaginal?
Acabar no sería el término más preciso. Acabar es ponerle fin a la relación sexual, es la liberación de esas hormonas afiebradas, que en las relaciones paquis* se determina cuando el hombre larga su semen. Obviamente no es lo mismo en cualquier otro acto sexual menos heteronormado y sobre todo, con un fin que no es la procreación. No es lo mismo hablar del orgasmo de una relación sexual con tiempos tántricos, que una relación sexual lésbica, que una relación sexual con un hombre trans y todas las otras relaciones sexuales posibles. A veces se coge con chabones y no se acaba.
No hace falta ni decirlo: estamos transitando tiempos complejos en el medio profundas reflexiones acerca de las identidades de género, el derecho de los cuerpos al placer, lo que es el placer en sí, como se habla de estos temas en los medios de comunicación. Pero hay una genealogía que me interesa rescatar, de una forma medio esquemática: Michel Foucault y Bifo. Foucault, en su Historia de la sexualidad, retoma el concepto del confesionario religioso: nunca hablamos tanto de sexo. Este supuesto destape o circulación de cuerpos erotizados en todas las esferas de la vida es una nueva etapa del semiocapital tal y como lo describe Bifo en Generación post-alfa: «no estamos más en condiciones de darnos atención a nosotrxs mismxs». El encuentro de los cuerpos es cada vez más difícil y como sintetiza el mismo autor: «La caída tendencial de la tasa de goce es, creo, la ley fundamental de la economía del semiocapital».
¿Dónde nos deja esto en relación a la pregunta inicial? ¿Es importante entonces tener más orgasmos? ¿Cuál es nuestra relación personal con el placer? ¿Nos importa orgasmear más?
A veces noto cierta postura desde la imposición al placer o al orgasmo, y sobre todo a pensar que son las piedras basales para una felicidad. El deseo nunca es estático, lo que nos interesa hoy nos puede importar muy poco mañana y mientras una crece eso también va cambiando. ¿Qué tienen para decirnos nuestras experiencias subjetivas y personales de experimentación y juego lúdico con el sexo, sea con une otrx o solx?
Al final siempre más preguntas que respuestas.