Esta nota la pensé cuando leí El continuum lésbico de Rich -hace dos años- a partir del no-sexo, la virginidad, pero ahora encaremos el amor y cogerse a mucha gente.
No entiendo qué es lo que diferencia a las relaciones, donde se ponen los límites el amor o la amistad o el sexo. Me parece que -afinando la mirada hacia este momento histórico- se vuelve necesario pensar el borde de la salud como realidad y partícipe necesario en los juegos locxs del amor y el cuerpo.
No entiendo al amor, se me escapan sus bordes. ¿Dónde está la diferencia entre el amor y la amistad? Particularmente soy enamoradiza, sufro de flechazos de amor y amistad casi constantes. Deseo hacer reír, hacer pensar, motivar y recién en última instancia calentar a la otra persona. Pero digamos que las bases de ese tipo de relación o vínculo -como la moda lo indica- están tanto en la amistad profunda y honesta, la de las conversaciones de nunca acabar, y el deseo sexual más basal. Que debo reconocer que me atraviesa por completa.
¿Qué es lo que cambia? ¿Dónde está la modulación? Yo propongo alojarlo en los besos, en el intercambio de fluidos. Me parece que ahí es dónde entra, donde cisaya lo «real». Lo más real que tenemos en éste momento es el borde de la salud física y mental. Y estamos, estoy, deseo que me acompañen, prestándole bastante atención a los cuidados personales, como menciono en la nota que escribí para LatFem Teoría de una mujer enferma de algo que no es covid-19, y viendo las microviolencias por lo que son.
Esto quiere decir: ya no nos vamos coger a random (me parece). Una va a pensar una y mil veces antes de compartir fluídos con otra persona. Esto ya existe: se llama poliamor con jerarquías, como formuló una Amiga. Amiga con mayúscula subversiva, porque justamente: el amor tiene que ver con otra cosa.
Seguimos pensando. Desde los griegos venimos pensando pero hay imponderables, hay modulaciones. Hay situaciones instituyentes como afirma Castoriadis, que habla de magma, que indican que hay que salirse de lo científico exacto. O usarlo como barrera. Tomemos como dice Fernández, éste momento para pensar y agudizar la mirada para tomar lo compejo no únicamente como lo aditivo, si no como un campo de profundidades y superficiales. Que es algo, un vaso, dónde nos venimos ahogando hace años. Pensar lo A y lo no A, y creo que nunca he citado a tantos teóricos en las notas de los últimos cinco años, pero charlemos. Hay que manejar lo complejo, es ahora.
Por eso es que hay que ir por la aporía, el centro descentrado de una estructura que no tiene fin y se sigue reproduciendo, porque nosotrxs lo hacemos. Pensemos en lo instituyente. ¿Cuáles son las instituciones más importantes o estables en este momento, ante el horror? Los vínculos, el cuidado personal y los cuidados íntimos de la salud como borde.
Lo íntimo se tiene que vivir como cuidado y no como desborde. Estamos volviendo a crear lo íntimo después de ser bombardeadxs con imagenes, modelos de Instagram, Cien cepilladas antes de ir a dormir, tetas y dick pics pero ¡ojo! Recordemos a Foucault: el nuevo confesionario siempre es un confesionario. Las redes sociales generan una confusión muy grande entre lo íntimo y lo público, y lo empoderante que puede ser mostrarse en tetas. Pero eso tiene que ser un decisión de cada una. Recuperemos el juego. Tengamos el corazón valiente y vayamos a fondo: ¿qué es el cuidado y el riesgo para cada quien?
El confesionario para mi amiga lesbiana es pasarse un PDF con el resultado del HIV a sus eventuales compañerxs sexuales. O sea, que se lleva, cada seis meses a sacarse sangre y pasa por un protocolo y te da una información. No debiera ver moral posible allí `porque es un borde, una especie de riesgo calculado, porque siempre hay riesgos. «Desconfío del amor a prueba de riesgos», dice Badiou hablando de los sitios de citas, que hoy en día pueden ser las apps. ¿Estamos dispuestxs a entregarle a la estadística el amor?
Entonces: manejemos el tema de la moral. Esto es complejo porque hasta la gente mejor intencionada -como puede ser una neuróloga- puede hacerte sentir vergüenza por coger sin forro. Y la verdad que eso es un riesgo que tiene existencia y prefiero saber que no tengo HIV que hacerme problema por pasar por el protocolo. Desterremos el concepto de la dimensión administrativa de la vida pública. Perdon, Houellebecq. Los cuidados son trabajo, nunca lo olvidemos.
De esa manera, la moral se ha metido en nuestras decisiones amorosas. Y sus consecuencias son tremendas, porque las decisiones que toma una misma por su cuenta son en definitiva un acto de soberanía sobre el territorio propix. La vergüenza que nos hacen sentir es la otra cara del cringe. Hay que tener una mirada más amorosa con una misma. En definitiva: ¿qué tiene de libre el amor? Nada, nos ata a una idea, a una idealización de unx sujetx. Y es hermoso eso.
Pensemos el mundo nuevo que estamos creando. La nueva normalidad es en devenir. Es la aporía. Es el momento de tener miradas más amorosas y menos hegemónicas.
3 replies to “LAS VÍRGENES, LAS PUTAS Y EL BORDE DE LA SALUD”