Nuestra corresponsal de vidas posibles está en el intento de averigüarlo.
// Por Carolina Lissoni de La Chata por América.
De un tiempo a esta parte (y por distintos factores que seguro influyeron y no vienen al caso), comencé a transitar una búsqueda hacia hábitos un poco más eco-friendly. Busqué y leí mucho, pero parece que cada tema genera un debate infinito y siempre hacés algo mal o lo hacés a medias. Si no sos #zerowaste no sirve, estás destruyendo el mundo. “Wow, alto, stop. Me metí a buscar información ¿y ahora me siento más culpable que antes?”, me repetía para mis adentros. Como todo lo que se vuelve tendencia, muchas veces se lleva a los extremos y a los que queremos empezar a indagar en eso, se nos excluye en lugar de invitarnos amablemente a probar y ver qué onda. Entonces, como premisa antes de leer el resto, si tenés ganas/intriga/dudas o lo que sea: es mejor hacer un poco, que no hacer nada. Me parece un poco más sano transitar el cambio de hábito desde ese lado, con una mirada más compasiva y amorosa hacia nosotras mismas ¿no?
¿Qué onda con los productos convencionales? | En el momento de su lanzamiento, las toallitas, los protectores diarios y los tampones le dieron a la mujer un empoderamiento, si se quiere, que estuvo buenísimo, que puso los primerísimos granos de arena para tratar de erradicar el tabú de la menstruación y las marcas comenzaron a pensar en alternativas que le hablen a la mujer que tenía un problema concreto y funcional: sangraban una vez al mes y querían algo más práctico que un bollo de algodón. Cuando le pregunté a mi mamá qué recordaba de ese momento, me dijo: ¡fue una revolución! y me encantó.
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Como ya sabemos, el mercado se fue complejizando, hasta tener una góndola gigante, con miles de opciones y convertirse en un industria que mueve millones (y si algo me enseñó pasar cinco años dentro de una multinacional de consumo masivo es que el objetivo de la industria, le pese a quien le pese, es crecer, siempre crecer). Pero ahora muchas mujeres nos estamos preguntando si usamos lo mejor (en varios sentidos: para nosotras, para el planeta, para la salud, para el bolsillo), porque ya es evidente que hay intereses en que uses protectores 21 días al mes, toallitas y tampones durante el ciclo menstrual, te stockees en casa y compres, compres, compres. Entonces, tal vez, estos productos que fueron la revolución para la generación de mi madre, hoy no responden a las preguntas que tiene mi generación. En mi caso y en mi búsqueda, llegue a información loca como que una sola toallita femenina/compresa tarda desde 500 a 800 años en degradarse y me flasheó. Yo usaba en promedio 9 toallas por ciclo y me viene 11 veces por año (gracias calendario lunar por el dato). Asumiendo que siga menstruando hasta los 50 años, son más de 200 kilos de desechos que quedarán en el planeta medio milenio después de que me muera (*aaaaaaaaaa, sale corriendo*).
Las alternativas hoy | “En la mayoría de los casos, la búsqueda de un producto diferente a las toallas industriales o a los tampones es parte de una reflexión profunda, que pone en cuestión los significados de lo femenino a partir de la exploración del propio cuerpo. Estas mujeres han investigado sobre el (su) ciclo menstrual, las ventajas y desventajas de cada producto, las consecuencias en la (su) salud y los significados asociados a la sangre, la tierra, la luna. Para dar con esos productos han tenido que indagar -entre amigas, en la web, en ferias sustentables, en negocios bio- a diferencia de quien consume productos industriales y sólo necesita ir al supermercado por ellos”, explica Karina Felitti en su artículo El ciclo menstrual en el siglo XXI. Entre el mercado, la ecología y el poder femenino. Y si, hay que hacer todo un análisis de las alternativas.
Las más comunes son la copa menstrual y las eco-toallas (junto con la opción del libre sangrado y la de la esponja marina, pero no me meto con ellas porque no me son funcionales y no me convencen, al menos hoy). Curiosamente, tanto la copa como las toallas de tela, son pre-existentes al boom de los productos industrializados. La Copa fue patentada a principios del siglo XX y es más, el Museo de la Menstruación y Salud de la Mujer en Maryland (USA) asegura que ya existían rudimentarias copas menstruales desde 1867. Pero durante mucho tiempo no fueron rentables, por lo cual no se divulgó su uso ni se invirtió en mejorarlas. Y las compresas lavables eran lo que nuestras abuelas usaron siempre, para ellas no hay nada novedoso. Lo que está buenísimo, es que no es simplemente una vuelta al pasado, hay mucha gente piola alrededor del mundo poniendo la cabeza en esos productos para que realmente lleguen a cumplir las expectativas de las consumidoras.
Mi experiencia | Probé ambas y creo que son complementarias. En cuanto a la Copa, opté por una Luna Cup, estaba en México y fue la que más me gustó online (es muy conocida en España, también).
Se dice que requiere un tiempo de adaptación, y definitivamente estoy de acuerdo con este punto, pero puedo decir que me acostumbré y me convenció. Me vino con mucha info del producto y las vendedoras están súper dispuestas a contestar dudas. Además de las ventajas económicas y de no-dependencia de compra que ya se sabe que tienen, te permite conocer tu ciclo mejor y se degrada en 8 años. Y así, por ahora, resuelve dos grandes puntos: cumple su función y su huella ambiental es prácticamente nula.
La segunda alternativa son las eco-toallas (apósitos de tela lavables). Probé las Luna-Pads, porque cuando empecé a buscarlas ya estaba en USA y, nuevamente, me parecieron la mejor opción.
Como esta, hay miles de marcas, que te ofrecen opciones de diseño, algodón orgánico o convencional, colores, tamaños y la opción de comprar aparte compresas intercambiables. Se lavan a mano o a máquina (las pasé por lavarropas y secarropas y salieron ilesas) y lo único que tenés que tener en cuenta es que vas a necesitar algún sobre/estuche impermeable para guardarla sucia hasta que la puedas lavar (este es el cambio de hábito, en todo el resto, se siente igual). Lo que me gusta de esta opción es que, si querés, la podés hacer en casa. En YouTube hay varios videos DIY con moldes para descargar y todo. Creo que son una gran alternativa para cuando “te está por venir” (para no ponerte la copa pero estar preparada) y para cuando “se te está yendo” y no necesitás tanta capacidad de retención como tiene la copa.
Tal vez, en un futuro, aparecen datos que me hacen recalcular nuevamente. Nuevas alternativas y nuevos estudios. Pero por ahora me parece que lo mejor es buscar opciones que te cierren a vos y saber que hay mucho para probar, solo hay que tener la voluntad de intentar el cambio de hábito y ver qué onda.